Es común tener un mal día o sentir que estamos muy solos y vacíos. Pensamos que todos y todo está en nuestra contra, que nadie nos toma en serio y poco a poco vamos viendo que nuestra vida puede perder valor. Sin embargo, en algún momento de nuestra capacidad mental nos preguntamos; ¿cómo fue que llegué hasta este momento? o ¿por qué me siento así?, ¿qué dejé de hacer? o ¿en qué momento mi vida cambió de esta manera?
Estas preguntas son muy habituales. Si tú te has preguntado alguna vez esto o te has hecho algún cuestionamiento parecido, debes felicitarte porque es justo aquí donde inicia tu camino de transformación. De lograr transformar todo lo malo que te esté pasando en una oportunidad para hacer algo diferente, para relacionarte contigo y con los demás desde otro espacio mental. Es decir, lo que vives y que te resulta tan doloroso, es solo un reflejo de aquellos estímulos que necesitas mirar con más atención, conocerlos para poder hacer algo diferente. Puedes preguntarte, por ejemplo, ¿por qué me llevo tan mal con esta persona? o ¿por qué nadie me invita a ningún plan? o ¿por qué mi familia no se da cuenta del dolor en el que estoy? o ¿por qué siento tanta necesidad de amor? Cuando te pones a pensar seriamente en esto, es muy probable que descubras qué es lo que haces para alimentar tu vacío. Posiblemente te des cuenta que dedicas mucho de tu tiempo en ver solo lo malo de esa persona o situación, o puedes autoengañarte pensando que hablar mal de eso que tanto te duele, pudiera darte consuelo, pero no es así. La realidad es que cada vez que miras lo negativo aumenta en ti un vacío, alimentas tu enojo y desesperación.
Para mejorar tu vida, encontrar tu paz mental y tu bienestar emocional, es muy importante que vuelvas a mirar hacia adentro y conectes con todas las cualidades que tienes, con tus virtudes y buenos deseos. Como por ejemplo, tu bondad, tu gratitud, tu amistad, tu compañerismo, tu amor por las cosas que te gustan. Y solo desde ahí, intenta ver lo mismo en aquella persona que tanto quieres y que no logra darte su afecto. Mira sus cualidades, apréciala tan solo por lo que es. Focaliza tu mirada a contemplar, sin juzgar la realidad del otro y tu realidad. Nadie quiere hacerte daño, el daño lo hacemos nosotros mismos cuando nos encerramos en nuestra mente distorsionada. En cambio, cuando ponemos toda la atención a volver a sentir lo básico: la lluvia, el agua al ducharte, sentir la comida en tu paladar, imaginar cómo pasa el agua que bebes y recorre todo tu cuerpo; vuelves a conectar con lo más básico de ti. Comienzas a apreciar tu cuerpo, tu día, lo que puedes lograr y sentir, y así como un imán empiezan a pasar cosas muy buenas en tu vida. La clave está en conectar contigo, con lo que necesitas, con tus afectos buenos y positivos, y empezar desde ahí. Justo ahí donde te encuentras. Empieza de nuevo y de manera diferente, más amorosa, a conectar contigo y los demás.
Directora Clínica del del Programa del PAP